viernes, 27 de abril de 2012

Sin comentario.

miércoles, 25 de abril de 2012

in memóriam A.C.S.

Séneca dijo:
Aquel que tú crees que ha muerto,
no ha hecho más que adelantarse
en el camino.



 
 
   Hoy hace dos años que te adelantaste compañero, que la tierra te sea leve.

sábado, 21 de abril de 2012

TAURO


Trémulo y errante tu corazón persiste
Añorando la ausencia de caricias y sueños;
Ungido de esperanzas y de aromas tempranas
Rememoras los días de los besos furtivos
Olvidando el dolor que suscita el recuerdo.

lunes, 16 de abril de 2012

Ayer participamos en el VIII Homenaje a las víctimas del Campo de Concentración de Castuera. Fue una jornada de confraternización, en la que hijos, nietos y familiares en general de los que allí fueron vejados y asesinados en muchos casos, compartimos recuerdos y deseos, yo puse mi granito de arena con la lectura del poema “La Gamonita que escribí precisamente para homenajear a todos los represaliados en ese campo de concentración y que pagaron con su libertad, cuando no con su vida, la lealtad a la II República.

Se inicia la marcha desde el centro del pueblo

Otra instantanea de la marcha por las calles de Castuera

Ya en la recta final del camino

Lectura del poema "La Gamonita"

A mí padre, porqué él
me inspiró este poema.



La Gamonita



Con grave voz me comentó mi padre
asiéndome la mano,
¡hijo, ese yermo que ven tus ojos
está todo colmado!,

colmado está de lágrimas y llantos,
lleno de pies descalzos
de manos limpias y vencidos huesos,
de ideas transparentes.

Repleta está la mina
de relojes varados en el pecho,
de gritos retenidos
en los profundos túneles del alma,

de esperanza marchita,
de cólera, de carne cercenada;
llenas las galerías
de angustias y alientos mutilados.

De nombres femeninos
en labios lacerados por el miedo,
de miradas perdidas,
de juicios sumarísimos y muerte...

y sin embargo mira como crecen
el lirio, la genista
y la amapola, rezumando vida
en ese erial de sombras.

Eladio Méndez


martes, 10 de abril de 2012

Inmigrantes. Ilegales.



Se reencontraron tras una larga ausencia
y sin mediar palabra
se fundieron en un inmenso abrazo,

abrazo que duró lo que un abrazo dura,
apenas unas lágrimas
algún que otro suspiro,

y tras desabrazarse
la piel del sentimiento
se les cayó a jirones.

Después, la despedida,

hay que ser impalpables
para seguir viviendo…

Sabed los insolidarios
que en las tierras hostiles
el transcurrir del tiempo
se mide con clepsidras de llanto.


Eladio Méndez

lunes, 2 de abril de 2012

Sé que la historia es la misma, la misma siempre que pasa (León Felipe)






Los conductores de Nueva York 1886.

“Es una huelga justa”. Al describirla para los lectores de “La Nación” de Buenos Aires, José Martí acentúa aquellos aspectos que le dan validez:
...De mala alma se necesita ser para no sentir cariño por estos pobres soldados de la vida, de pie día y noche en la plataforma de sus carros, azotados por la nieve, empapados por la lluvia, arremolinados en la ventisca, salpicados de fuego; y a cuyo tesón y resistencia deben los habitantes de la ciudad el poder ir de un lado a otro, cómodos y con buen calor, a ganar la olla de la casa.
...venía pidiendo la gente de los carros dos pesos al día por trabajar en pie doce horas, a lo cual [las] compañías, ahítas de dividendos, contestaban aumentando las horas y disminuyendo el sueldo...






Los mineros de Reading 1888.

Tuercen los coches, buscando paso libre, y el gentío se lo cierra. ¡Allá van, persiguiendo a un “nuevo traidor”, los mineros en huelga con piedras en el puño! La policía les corre atrás y ase del cuello a un bravo que le encara; acuden a salvarlo sus amigos; y el bravo; a un balazo de mano oculta, cae de bruces en tierra. “¡De la policía fue esa bala!” Saca otro un revólver y dan sobre él dos, cuatro, diez, los uniformes. Le aporrean la cabeza, amartillan con la cabeza los adoquines. De un porrazo le quiebran la pierna con que se defiende. Con las rodillas sobre el pecho sujetan al suelo al obrero valioso. Llega chispeando el carro de la policía. A los que vocean, les dan puñadas en la boca...

Artículo publicado en “La Nación” de Buenos Aires, el 9 de marzo de 1888.